Como expertos en traducciones juradas en Madrid centro, conocemos la obra de Proust, genio consagrado en la literatura gala, autor cuyos méritos trascienden su aportación a la lengua francesa, herramienta de la que supo servirse con una pericia colosal para edificar una de las más grandes obras literarias de la historia: À la recherche du temps perdu, traducida al español como En busca del tiempo perdido, pero también como A la busca del tiempo perdido.

El portento de Proust consta de siete novelas (a lo largo de las cuales da cuenta, a través de su particular perspectiva cargada de poética, de sus vivencias en la Francia de principios del siglo XX, desde su infancia en el pueblo de Combray hasta los aristocráticos salones de la rue de Saint Germain) en las que se imbrican y enlazan complejísimas frases, largas concatenaciones de subordinadas que son la principal marca de identidad del estilo del autor. Ello supuso y sigue suponiendo una tarea hercúlea para todo traductor, realice o no traducciones juradas en Madrid centro, dispuesto a trasladar a lugares hispanos las ideas redactadas en francés por el genio.

El poeta español Pedro Salinas fue el primero que emprendió la obra: sus traducciones de los tres primeros tomos proustianos aparecieron en 1920, 1922 y poco antes de la Guerra Civil. Entonces, el proyecto fue abandonado.

Tras tímidas tentativas surgidas bajo la España franquista (las versiones de Gutiérrez y Berges), fue la editorial argentina Santiago Rueda, mediante el traductor Marcelo Menasché, la primera en editar en 1946 los siete tomos del magnum opus proustiano, traducidos con criterios claramente distintos de los de Salinas.

Las polémicas existentes entre partidarios y detractores de las distintas traducciones de Proust muestran que, tal y como en Traducciones Marchori tenemos presente en nuestro trabajo, la traducción es una labor cuya intrincación y minuciosidad es proporcional al valor de sus frutos.